Latinoamérica tiene Actualmente
después de Cuba un nuevo paradigma político revolucionario. Nadie puede negar ya el magnetismo político que irradia
la revolución bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela. Su proyecto sintetiza, bajo un programa democrático
antiimperialista, el concurso de fuerzas e ideologías que cuestionaron a su modo la dominación oligárquica e imperial
en nuestro continente. Hoy confluyen en un proyecto nacional unitario.
Están presentes en su proyecto,
por ejemplo. Los marxistas. Ya sea bajo la orientación del comunismo inspirado
en la ex URSS como también del castrismo. En estos últimos están ‑ entre otros los “TupaChavistas”.
Son un movimiento afín al MIR de 1965 y al MRTA de los 80 en el Perú. Siguen a Castro y al Che Guevara, pero entienden
que en el contexto actual su deber histórico está en respaldar al proceso de Chávez. Existen otras tendencias de inspiración
troskista pero concientes de mantener una vocación unitaria.
También están presentes
corrientes progresistas como la Teología de la Liberación desde una perspectiva cristiana. Está también el nacionalismo
militar de los años 70. Este último es el hábitat político de Chávez, militar de formación y admirador confeso de
la experiencia de Velasco en el Perú. Los militares venezolanos por su parte, están hoy altamente politizados a favor de las
clases populares. Por último, confluyen también diversas personalidades progresistas y democráticas. Una de ellas
es el periodista Juan Vicente Rancel, vicepresidente. En los años 90 fue un periodista crítico implacable de la
corrupta clase política.
Por sus métodos de lucha, el
chavismo también ha expresado tradiciones insurreccionales y constitucionales de los movimientos de izquierda.
En 1992 intentó como movimiento de la oficialidad progresista la vía insurreccional.
En 1998, como bloque unitario de fuerzas, recurren exitosamente a la vía electoral. Llegan al poder. Elaboran una
nueva constitución. Acorralan políticamente a la derecha. Suscitan entonces la hostilidad de los EE. U U.
Como paradigma revolucionario
de actualidad, es legítimo entonces reivindicarlo como susceptible de aplicación en nuestros países, con las peculiaridades
nacionales de cada caso. En el Perú hay algunos elementos puntuales que se han, empezado a gestar. Hay toda una
crisis de la clase política del statu quo, tan pendenciera e insensible. Hay un descrédito del sistema político.
Y la rebelión de Andahuaylas a cargo de Antauro Humala ha demostrado cómo la crisis empieza a actualizar la vía insurreccional.
¿Qué hay límites en el discurso?. De repente. Pero, ¿quién ha dicho que los grandes procesos históricos se han hecho
a pedir de boca?
Una opción electoral de izquierdas victoriosa para el 2006 está descartada.
Pero hay que favorecer opciones progresistas buscando un marco favorable para ciertas campanas ‑amnistía de
Humala, defensa de los derechos sociales, moralización, descentralización, etc., La idea es gestar, polos de atracción
sinceros de causas progresistas y de cambio que puedan configurarse como opción de poder. Construir progresivamente
un sincero frente amplio.
Hablar de polos sinceros
de atracción implica convocatoria a las militancias honestas de partidos de plataforma antiimperialista y progresista.
Pienso en las izquierdas clásicas, si se purgan de letargo y burocratismo. Y también pienso en las bases honestas del
PAP, por ejemplo. No habló de su cúpula burocrática, condenada ya política, histórica y quizás pronto‑
hasta judicialmente.
Es
la cúpula de Patadita García y su alumno ejemplar, Homero Burgos en La Libertad. Espectros decadentes que reflejan desde
su partido la crisis de la clase política tradicional, que acaso ya comenzó un, conteo regresivo hacia su final
con los sucesos de Andahuaylas de enero pasado.